1. Tiene la poesía, sus publicaciones, un destino paradójico: por un lado, se dice que es el género de los más olvidados, de los más relegados en el quehacer editorial; se añade que es un género del que pocos, amén de los poetas mismos, se ocupan: es un ejemplo de autoconsumo en el que los poetas son, al tiempo que productores, los receptores. Sin embargo, también es el género más prolífico, en el sentido de que hay más libros de poemas, incluso artesanales, que de cualquier otro género.
Si bien lo último es más una observación, una intuición, que una opinión basada en la estadística, solo basta recorrer alguna librería de viejo, algún tianguis que ofrezca libros en el suelo, solo separados por un plástico, del asfalto: libros de poesía sin pie de editorial; libros autografiados de poetas cuyo único logro literario, al parecer, es haber publicado ese libro solo; libros casi artesanales cuyos autores se han perdido, irremediablemente, en el fárrago, esto sí, de escritores con sueños de “haber sido publicados”.
(Que lo anterior sea una opinión no invalida, por su parte, el argumento general y sus alcances: basta, también, con abrir cualquier red social y ver que lo que abundan son las convocatorias para poesía; que abundan los “poetas de la vida cotidiana”, los autonombrados poetas de “pueblitos mágicos y mezcales”, además de los poetas de los “follemos y seamos el infierno”; en fin, los escritores que practican una poesía más enfocada en el reconocimiento y la escritura naïf que quienes consideran la poesía una vocación; acerca de esto volveré más adelante).
2. Primeramente, la poesía es uno de los géneros con más “público”: el recital que Jaime Sabines, poeta burócrata, ofreció en el Palacio de Bellas Artes hace unas décadas, demuestra la manera en que se considera la poesía, al menos en México: un hecho popular, para las masas, no para estudiarse. Poesía de la emoción más que de la reflexividad. Por otro lado, el hecho de que haya una consideración bastante enorme y casi unánime de que el rap puede ser considerado poesía, muestra el hecho de que la poesía está en todos lados, menos en los “textos poéticos”.
A fin de cuentas, ¿qué es un texto poético? ¿Se le verá como uno en donde las frases están cortadas a la mitad, generando una impresión de que se trata de “poesía libre”, un escrito que “muestra el alma”? ¿Se trata de un conjunto de textos que dan cuenta de la vivencia de cada uno, que puede interesar a un cierto grupo, a una masa, que aborda los temas de siempre, que siempre han interesado a la humanidad: el amor, la vida, la muerte, de una manera directa, fácil?
Si lo anterior es así, ¿qué es la poesía sino una necesidad diaria e íntima, una manera de testimoniar a lo largo de la vida lo que se vive en esta? En tal sentido, la poesía es innecesaria: es la sombra que no refleja la realidad. Sin embargo, quizá esta sea la esencia de la poesía: ser otra vida.
Por otro lado, ¿qué más poesía habrá que la evidencia del pasmo ante lo desconocido, que se expresa en forma de un texto, ya sea en prosa o en rima, aunque estas divisiones, precisamente, en la poesía se desdibujan? La poesía, en un primer acercamiento, parece ser la palabra que se acerca a lo desconocido en lo cotidiano: la sorpresa que “salta” ante lo cotidiano o ante lo que no lo es.
3. La poesía nace como un impulso, como una fuerza que se fragua desde el centro mismo del propio ser; por eso, se dice, la poesía es un pecado de juventud o una manera de no (querer) envejecer: el poeta adulto, maduro, es un raboverde, a fin de cuentas, que no sabe cuándo detenerse. Juventud divino tesoro, o la nueva manera de creer que la poesía debe conservar siempre ese aire de efebo, desaliñado las más de las veces, descuidado, como la mayoría de los versos que “salen”, se dejan al vuelo y, despeinados, se alejan (o se abandonan, la mayoría de las veces).
Escribir poesía tiene como corolario el editar poesía, como una manera de continuar una labor de la que, se cree, no hay continuadores mas que uno mismo, aunque durante el trayecto se trate de encontrarse con otras juventudes. Y así se sigue. Pues justo en la juventud es cuando se cree que uno es único, aun cuando es la época en que se encuentran los tales “archipiélagos de soledades”, que hacen que la poesía, la vida, sea llevadera.
La poesía es esta paradoja que va de sentirse el último poeta del mundo, el profeta de los poetas, o el primero, aquel a quien se le ofreció la musa en sus primicias para continuar o, más bien, iniciar un nuevo camino poético; pues, aceptémoslo, quien escribe poesía cree que es el primero en decir lo que se ha dicho miles de veces antes, en ocasiones de mejor manera. El poeta es, pues, un creyente, el más acérrimo creyente de los misterios que nada ofrecen: el de la inspiración.
Y es esta palabra, la inspiración, un concepto, otro, que hace resbalar y caer a los escritores más distintos o lejanos que se pueda considerar. Y por eso, acá mismo, ya estamos confundidos: de hablar de publicaciones, pasando al texto poético para hablar de la poesía y lo que la constituye; menuda tarea que da para siglos. Y en este corto espacio no cabe tanto. Este es, pues, un ensayo que busca saber en qué lugar está la poesía (en todos) y por qué se dice que la poesía no se lee (opinión bastante sesgada).
4. Querer definir una entidad tan poco dada a las definiciones puede ser un reto conceptual que, lo más sano, es dejar de lado y seguir la vida sin poesía, pero no sin una “poética de la vida cotidiana”. Sin embargo, ¿no será la poesía misma una manera de vivir? Es decir, a riesgo de caer en banalidades, querer conceptualizar la poesía sea querer domar el viento en aras de decirle hacia dónde vaya; quizá lo mejor sea dejar que acaso eso que se llama poesía siga el flujo de la vida. Y este intento de querer definir y conceptualizar lo que sea poesía no signifique sino un diálogo conmigo.
(He aquí otro problema de la poesía y de la escritura en general: ¿para quién, a fin de cuentas, se escribe? ¿Para otros en la misma situación? ¿Para aquel desconocido lector que luego será, a su vez, escritor que busque, intempestivamente, a sus lectores? ¿La poesía será, a su modo, una invitación a lectores futuros, desconocidos? Los libros perdidos de poesía, esos que se encuentran a un paso de la destrucción, son el testimonio de una vocación que se pierde en el texto mismo: la poesía vive en el texto, en el esfuerzo).
Mas la cantidad, repito, de textos que se autoproclaman poesía, textos poéticos, son más confesiones, observaciones, maneras de ver la vida; crónicas, a fin de cuentas, que a pocos interesan, excepto a quien las escribe, claro. La poesía es una forma de ser en la intimidad con cada uno de nosotros; ¿a quién invitar, con cuáles razones, para qué querer decirles lo que cada uno piensa al mundo? Desde este punto, la poesía es un vano ejercicio de egocentrismo: mi voz tiene algo que decir; tengo algo nuevo que decir, de una nueva manera.
¿Qué significa la poesía en la cultura? Dejando de lado los “romanticismos” infantiles, que señalan que sin la poesía no se puede vivir, que es preferible un libro a un pedazo de pan, lo cierto es que la poesía, como todo el arte, es inútil, hasta cierto grado, en la vida. Nótese que este “hasta cierto grado” es una engañifa, un guiño. Por lo demás, ¿qué utilidad puede haber al saberse poseedor de libros de poemas, no ya se diga de ser uno mismo un poeta, ya sea renombrado o no? Pues esto, justamente, se sea reconocido o no, es un adorno más que infunde al poeta de una armadura más, de un epíteto más del que puede negar después.
5. Y todos, alguna vez al menos en la vida, hemos tenido ese sueño: que tenemos algo nuevo que decir y que a otros les interesa, les puede interesar, les debería de interesar. Pero, oh, verdad triste, lo cierto es que apenas uno va escribiendo, el conjunto de verdades evidentes no cesa; queda, pues, la esperanza de creer que la poesía es una manera novedosa de hacer interesante lo que a mí, a cada uno, les parece digno de mención. Por eso los temas de la poesía son infinitos, no solo aquellos tres que ya se citaron: la poesía puede tratar acerca de cualquier tema, pues la vida, la muerte y el amor abarcan todo (la penosa vida, la desgraciada muerte, el efímero amor).
Y volvamos al punto de inicio: ¿por qué se dice que no se lee poesía cuando abundan los textos, en redes e impresos, que se dicen poesía? ¿Habrá una especie de sobrepoblación de textos poéticos, que, como tal, abundan en cantidad pero de calidad pobre? Tal vez en la actualidad se necesite, justamente, la poesía en cantidades obscenas, para hacer frente a la época, tan falta de poesía. Tal vez se encuentren, al final, en esos libros perdidos, olvidados, de poesía, la poesía necesaria para hacer frente al tiempo. Tal vez, por último, se escriba poesía porque se cree en un futuro, más que en un presente.

Oscar Guzmán (México, 1978). Editor y corrector de estilo, poeta y bibliófilo, vendedor de libros y prosista algo frustrado, cuento con publicaciones en algunas revistas impresas y varias digitales.
Muy bueno tu ensayo