Ángel Nasue me mandaba 10 poemas diarios
y yo no sabía qué decir
les dejaba un tímido corazón rojo
insuficiente para los dos a partir del tercer día
Ángel Nasue me mandaba 10 poemas diarios
en ellos había chispazos de sórdida belleza
sabiduría que hereda el tormento
yesca y un niño coronado con cerillas
joyas lanzadas al fondo del pantano
Ángel Nasue me mandaba 10 poemas diarios
me hubiera gustado decirle otra cosa, por ejemplo,
tu poema abre mi pecho y usa mis costillas de picadientes
tu poema me me dejó sintiéndome como una muchacha que usa brackets con un bracket roto
vulnerable, herido, avergonzado
Ángel Nasue me mandaba 10 poemas diarios
yo no lograba descifrar su deseo oculto en la avalancha de largos y gimientes versos
como famélicas ballenas
Uno de esos días fui con Girasole a Casa Nieves
y no sé por qué Ángel Nasue (trabajaba ahí de mesero) me trató como un rey
tal vez por escribir poemas
tal vez por leer los suyos
sus motivos eran nómadas como su poesía
Ángel Nasue nos hizo felices esa vez porque nos regaló un vaso tras otro de modelo oscura
cerveza como negra leche
espesa y burbujeante
casi crujiente, deliciosa
no sé si se las descontaron o lo corrieron, pero a él no le importaba porque primero estaba la poesía
y yo en ese momento era un especie de emisario de su más alto anhelo
tanta, tanta cerveza efervesciendo a faldas de nuestras encías y nuestros sueños
Girasole me miró con admiración por aparentemente ser tan querido
y me prometí a mí mismo honrar a Ángel Nasue
Esa noche Girasole y yo nos besamos por primera vez en la entrada de mi departamento
ese beso fue un hermoso quedarse dormido, escarbar sueño adentro con labios dientes y lengua
lo opuesto a despertar para que me entiendan
ese beso fue un poema de Ángel Nasue
él no lo sabía
Girasole no lo sabía
pero siempre venía a mi memoria
su angelical entusiasmo por las palabras cuando recordaba que esa vez besé a Girasole
e intentaba recordar a la vez sus poemas, pero era imposible
porque se volvían ceniza o ave del paraíso a la que enjaulan los comerciantes de periquitos del centro
Esta mañana vi la foto de Ángel Nasue junto a un listón negro
quise volver a leer sus poemas, pero no me atreví
porque sus poemas eran arena mojada de cheve en Kino
dura por el sol y pegajosa
sus poemas eran una letanía sin respuesta
blanda y furiosa como diluvio de saudade
recordar a Ángel Nasue fue recordar el beso
ese recuerdo risueño adquirió un velo azul
Girasole está lejos como estrella
yo estoy tranquilamente perdido
Ángel Nasue descansa al fin
nuestros poemas permanecen estáticos en algún frío cuarto de servidores de facebook
Ángel Nasue me mandaba 10 poemas diarios
ahora lo sé, Ángel Nasue quería ser visto
quería ser amado
y lo amé junto a sus poemas y a Girasole y al beso
yo no supe qué decir en ese entonces, ahora sí
Ángel Nasue, me enseñaste una cosa
nunca amamos a una persona solamente
amamos el mundo entero al mismo tiempo cuando amamos
incluidos los enemigos
los santos tristes
los pobres diablos.

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